Calle rota
Pasaba por un cuarto de acera rota
con las rodillas cubiertas de cicatrices
y las manos sucias.
No podía escuchar todo el estruendo,
pero su calmada soledad
le hacía recordar cada sonido.
Aún le quedaba un muñeco de madera
con la misma cara sucia
y un pie roto.
Eran almas gemelas
y le fabricó un bastoncito con un palo del suelo
sujetado con un trozo de su propia camisa,
también rota.
Juntos vagaban por la ciudad muerta
de nubes rojas.
-Vamos Rico,
-decía el niño,
-que juntos volveremos a la vida!!!!